Los inmortales garamendis

garamendiCuando aún no nos habíamos repuesto de lo anterior, este fin de semana hemos tenido el gusto de comenzar a conocer al que sin duda será dentro de poco la nueva rutilante estrella del firmamento empresarial: nos referimos a Antonio Garamendi.

Antonio Garamendi es un señor muy vasco y muy “de aquí” que tiene un sueño, como Luther King pero en cutre. Antonio quiere ser el jefe de los jefes; es decir, quiere ser elegido presidente de la CEOE, o sea, la Confederación Española de Organizaciones Empresariales a la que pertenece Confebask, todo sea dicho de paso, y, por tanto, también nuestros más cercanos y estimados CEBEK.

Hasta ahí todo normal, más o menos; al fin y al cabo cada cual tiene sus sueños, sus anhelos y sus objetivos en esta vida. Pero la cosa se complica cuando para cumplir sueños, objetivos y anhelos uno decide pasar por encima de todo y de todos. Y si además pretende disfrazar su manera de actuar para que ésta aparezca como un dechado de sentido común, modernidad, progresismo y casi casi bien social, pues entonces ya la cosa no es que se complique sino que se pone muy gris tirando a negro.

Este fin de semana el periódico de mayor tirada en Euskadi se hacía eco de un artículo en el que se exponían las líneas maestras del programa electoral que ha de llevar a Antonio Garamendi a su objetivo soñado. El artículo comenzaba con una declaración de intenciones que los trabajadores ya llevamos mucho tiempo escuchando: generar empleo, flexibilizar las condiciones laborales y salariales, abaratar el despido, etc. Os suena, ¿verdad?

Bien. Pues todo ello lo enmarca Garamendi dentro de lo que a su juicio ha de ser la recuperación por parte de la clase empresarial de la influencia y papel que le corresponden. Y dice, Garamendi:

CEOE tiene que participar activamente como agente social en los debates que afectan a la médula y vertebración de España, como pueden ser la Unidad del Estado, la defensa de la Constitución y la Corona, la lucha contra la corrupción, la promoción de partidos políticos constitucionales, la unidad de mercado, etc. Debemos ir más allá de ser un mero gestor de las relaciones laborales.

Pero no se detiene ahí, qué va. El tío se lanza.  Garamendi va aún más allá y se convierte en el paladín de los derechos sociales y decide que es el elegido para abordar algo que, según él, todos llevamos largo tiempo esperando que sea abordado: la regulación del derecho a la huelga. Y dice, Garamendi:

Es exigible que la huelga se vote en una urna, que las acciones informativas sobre la convocatoria no se puedan realizar el mismo día de la huelga -porque entonces se convierten en piquetes coactivos- y que no pueda convocar huelga un sindicato que carezca de representatividad en la empresa o sector de que se trate.

Aquí es donde se produce el milagro del enlazamiento entre el post anterior y éste.  Por una parte, Confebask promueve una reforma administrativa que les permita ilegalizar a ELA y LAB si se involucran en aspectos que vayan “más allá de los sindicales” y, por otra, de manera totalmente casual aparece Garamendi con intenciones de apretar aún más las tuercas de la Reforma Laboral y exigir la participación activa de los empresarios en tareas que van “más allá de ser un mero gestor de las relaciones laborales”. ¿En qué quedamos? ¿ilegalización para unos y privilegios, más privilegios, para otros?

Aplicando su propio razonamiento, ¿no deberíamos los sindicatos ELA y LAB solicitar la ilegalización de Confebask por sus pretensiones de influir y tomar partido en cuestiones que van más allá de las meras prácticas empresariales y que nos atañen a todos los ciudadanos del estado, en teoría y sin excepción?

Y así, las piezas van encajando en su lugar. Primero eliminamos a ELA y LAB y luego solo nos quedarán sindicatos domesticados dispuestos a negociar “la legalidad” (leáse Reforma Laboral) y dispuestos a aceptar la eliminación de la antigüedad en la negociación de convenios donde hasta ahora no se podía absorber la antigüedad con cargo a ningún concepto o melonada inventada por el empresaurio de turno. Sí, esto está a punto de suceder en el convenio de Consultoras, de la mano de CCOO.

A todo esto habría que añadir las recurrentes declaraciones de dirigentes empresariales apostando por un “nuevo modelo de relaciones laborales” en el  marco de la “negociación individual entre la empresa y trabajador”. Atención, ejemplo: va el aguerrido currante a RRHH y solicita, con su mejor sonrisa, un aumento salarial porque lleva por ejemplo 5 años con el salario congelado. Así, sin más. ¡tachán, seguro que se lo dan, y sin necesidad de gritar, protestar, molestar, manifestarse o dar el cante. Con cortesía, elegancia y educación….

Y no, por favor, que nadie crea que los empresarios pretenden puentear a la negociación colectiva. No, no seamos malpensados. Lo presentan en términos de “complementariedad”, de que lo uno no excluye a lo otro. Y es que los representantes empresariales son maestros a la hora de utilizar palabras “amables” que esconden ataques directos: flexibilidad, moderación, adaptación a las circunstancias, generación, implantación paulatina, costes laborables asequibles,… porque ¡qué puede haber más amable que afirmar, sin despeinarse, al mejor estilo garamendi!:

la flexibilidad laboral en las empresas no viene sólo de una movilidad geográfica o funcional, sino también de una flexibilidad en la retribución salarial basada, en la medida de lo posible, en la productividad de cada compañía e incluso en cada puesto de trabajo

Pues eso, que una vez más nos va a tocar mojarnos. Y habrá que posicionarse. Lo jodido es que todavía hay personas que siguen sin creerse integrantes de la clase trabajadora, que dicen pasar de ideologías y de fronteras, de huelgas, movilizaciones y cosas tan molestas; ciudadanos del mundo apolíticos, apartidistas y enemigos de todos los sindicatos sin excepción, los amigos del buenismo, los más alternativos de las últimas modas más alternativas, los que se piensan imprescindibles y que en lugar de confiar en sus representantes preferirán arrojarse en brazos del sentido común, buenas intenciones, sonrisa profidén y amabilidad de personas como Antonio Garamendi & Cia. Que les pillen confesados.

Los garamendis son como los inmortales, y, además, tienen muy claros sus objetivos. Y lo llevan teniendo muy muy clarito desde que aprendieron las reglas de este juego en el que cuanto peor están las cosas para la mayoría más se enriquecen ellos. Hace treinta años, por estas fechas, también estábamos sumergidos de lleno en una crisis muy grave. Y también teníamos la “suerte” de tener un gobierno central que se decía obrero y socialista con una mayoría absoluta que utilizó para hacer lo que le dio la gana. Así que ¡cómo no! ahí estaban también los garamendis de turno, preparados para hacer sus negocietes. Hace treinta años, los que ahora tenemos unos cuanto más corríamos por el puente de Deusto mientras el padre de más de uno defendía su puesto de trabajo en los astilleros. Y un trabajador, Pablo González, perdió su vida allí abajo.

¡Para que ahora vengan los garamendis a tocar lo que no deben!

Utzi iruzkina